lunes, 19 de diciembre de 2016

El artista y su obra

El otro día leí un par de tweets que me llamaron la atención. Uno de ellos decía que "Qué asco pasar por una librería y ver en el escaparate el libro de Reverte y que la gente lo compre". El otro decía que no te podían gustar las películas de Disney si te considerabas anti-racista y feminista, y que su ideología estaba muy presente en todas sus películas en as películas antiguas.

Sinceramente pienso que siempre debe haber una distinción entre el artista y su obra. ¿Nos puede gustar y hacernos disfrutar un libro, una obra musical o una película, aunque la persona que esté detrás sea un desgraciado o un retrógrado?. Par mí desde luego que sí, hay muchos casos en los que eso ocurre. Pérez-Reverte podrá soltar muchas burradas, pero no voy a mirar mal a la gente porque lea sus libros (aunque personalmente me he leído los dos primeros de Alatriste y no me convencieron). El ejemplo más claro lo tenemos en Wagner, quién era un desalmado antisemita y era desagradable y prepotente delante de todo el mundo, vamos, un indeseable. Pero el cabrón hacía unas obras musicales impresionantes.
Por otra parte, son innegables los claros y oscuros de Walt Disney. Que era un genio emprendedor y se rodeó de los mejores para crear un imperio es cierto, al igual que era antisemita, misógino y demasiado exigente con sus empleados. Llego a colaborar en la Caza de Brujas con J. Edgar, buscando a izquierdistas dentro de su empresa. No obstante, ¿cuantas películas no estaban impregnadas en aquella época de la misoginia, el machismo y el racismo que existía en aquella época en EEUU? No creo que disfrutar de películas como Cenicienta o Vaiana (muy recomendable, por cierto) te convierta en una "mala persona" como algunos se empeñan en redes sociales.

Otro caso flagrante es el de Clint Eastwood, republicano radical que dice que los que no se atreven a votar a Trump son "nenazas", pero el tío es un actor y director genial. O Mel Gibson, cuya última película es muy buena, aunque su ideología esté detrás todo el tiempo. O Orson Scott Card, escritor de El Juego de Ender, que me parece un libro genial, es un homófobo de cuidado.

Y me gustan sus obras, y reconozco su talento, aunque no me gusten esas personas. Una cosa es el artista y su persona, y otra es su obra.


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